Tumaco - Misión en situación de conflicto

El P. Daniel Zarantonello pasó 10 años en Tumaco, en el departamento de Nariño, como miembro de una comunidad de misioneros combonianos dedicada al servicio de la población negra en una zona que ha sufrido como pocas el impacto del conflicto armado. 
Por P. Daniel Zarantonello


Soy italiano de origen, realicé mis estudios de teología en Perú, donde me enamoré de América Latina y de la causa de los pobres. Algo me quedó de esta experiencia peruana que todavía llevo conmigo: es la que llamo pedagogía de la ternura, es decir la capacidad, o más bien la necesidad, que siento en el alma de acercarme a la vida de la gente, dar todo de mí y sacar lo mejor de los demás.
Después de ser ordenado sacerdote me pidieron trabajar en Italia en la promoción vocacional. En el año 2011 regresé a América Latina, a Colombia más concretamente, como parte de la comunidad de evangelización que vive en Tumaco.
Pedí venir a Colombia porque me encantaba el giro que la Delegación de los combonianos que viven en este país habían dado al trabajo pastoral, que puedo resumir así: opción preferencial por el pueblo negro, inserción pastoral con estructuras sencillas y medios pobres, y empoderamiento de laicos para el crecimiento de una Iglesia negra evangelizada y evangelizadora.
Llegué a una realidad totalmente nueva para mí, que me ha pedido aprenderlo todo con respeto y paciencia. No conocía la idiosincrasia del pueblo negro, no sabía que me pedía vivir en una situación de guerra, tampoco había vivido nunca en una estructura religiosa sencilla y tan cercana a la vida y a la muerte de este pueblo. Tampoco tenía experiencia de vivir dentro una Iglesia diocesana, con un plan pastoral, y tener que caminar como Iglesia y no solamente como proyecto particular.

La situación de Tumaco
Cuando llegué a Tumaco las fronteras invisibles despedazaban el territorio de 
nuestra parroquia, dividida entre barrios ocupados por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y barrios ocupados por los Rastrojos. Gracias a Dios, los paramilitares salieron de nuestros barrios, y esto ha permitido una relativa calma, que nos hacía esperar algo nuevo y bueno.La calma era muy relativa: las FARC impulsaron en todos los campos el cultivo de la coca, y se han abierto corredores de droga hacia Centro América cada vez más organizados y seguros. Esto ha permitido el ingreso de ingentes cantidades de dinero en las manos de los nuevos “ricos” de Tumaco, que se han vuelto los modelos a seguir por muchos jóvenes de nuestra ciudad. Ha crecido tremendamente el consumo de drogas en los adolescentes y jóvenes, y un cierto pesimismo hacia el futuro que los hace encerrarse en sí mismos y desconfiar de quienes quieren ayudarlos.No ha mejorado la economía local, ni la atención al campo. La situación de la salud es deplorable, el sistema educativo está recién componiéndose ahora después de los numerosos cambios que se han dado de docentes en toda la costa pacífica. Venimos de 50 días de paro camionero que nos ha hundido terriblemente, con la gasolina que costaba 30.000 pesos el galón, las tiendas vacías, sin carne, sin harina, sin arroz, sin leche. Gracias a Dios que nuestro mar nos ampara un poquito.Comerciantes, profesionales, políticos, silenciosamente pero en absoluta complicidad, participan de las nuevas pirámides del narcotráfico, invirtiendo capital para financiar las expediciones de cocaína, con ganancia al parecer segura, aparte de alguna pequeña o grande estafa, de la que no se puede hablar, tratándose de mercados ilícitos.Actualmente la situación en nuestra ciudad ha empeorado. En estos últimos años, las FARC han añadido a sus filas muchos milicianos, que antes pertenecían a otros grupos o simplemente se han unido a la “causa”. Varios “comandantes” locales se han enriquecido enormemente, como también otras personas que no están directamente vinculadas a la guerrilla, pero sí al negocio con Centroamérica y los carteles mexicanos.
Varios de estos milicianos últimamente han sido alejados por las mismas FARC
 y andan sueltos. Podríamos ahora definirlos como “bacrim” o narcotraficantes, da lo mismo.  Junto a estos hay grupos nuevos que están buscando entrar a Tumaco: se hacen llamar clan Usuga, AUC, Rastrojos, Organización sicarial del Pacífico…, según se firman en los diferentes panfletos que dan vuelta por los barrios. Lo cierto es que están presentes en la ciudad y causan mucho miedo. Según los datos enviados por la alcaldesa de Tumaco al presidente Santos del 5 de agosto 2016, “ a corte 1 de mayo se reportó el desplazamiento al casco urbano de 550 familias”, “al 4 de agosto las muertes violentas son de  77 homicidios, 37 en el casco urbano y 40 en la zona rural”. En el Pindo, a 50 metros de nuestra parroquia, una granada destruyó un carro taxi hace quince días, dejando dos personas muertas, una despedazada y la otra incinerada; en la Ciudadela han matado recientemente a John Alexander un amigo drogadicto que buscamos apoyar de alguna manera, pero a quien  la droga había afectado demasiado a nivel psíquico: cayó en las manos de la “limpieza social”.
Trabajo en Tumaco
La primera verdadera y grande motivación del por qué trabajar en Tumaco es que Dios está aquí y es negro. Y su presencia liberadora y resucitadora se manifiesta en las tantas personas con las cuales trabajamos: líderes, familias, hombres y mujeres que, en medio del olvido estatal y de la precariedad absoluta, son maestros y maestras de fe, de responsabilidad, y de resistencia al mal.

Damos testimonio de la belleza de este pueblo, de su pasión por la vida, de su manera de amar dándolo todo. Yo personalmente me siento amado, protegido, esperado, abrazado y perdonado, todos los días.
Otro motivo extraordinario para trabajar en Tumaco es que nadie quiere estar aquí: es bonito pasar unos días, disfrutar de la comida, de la alegría, de las playas, de las mujeres bellísimas de este pueblo, o pasar un rato para hacer un informe sobre el estado de abandono de la comunidad de la costa pacífica, o sacar un video interesante, u organizar talleres con las soluciones prefabricadas en otras partes para que Tumaco cambie, o de repente venir en misión unos días para hablar de Dios con pasión y amor y despedirse religiosamente. Hay muchos buenos motivos para pasar por Tumaco, pero casi ninguno para quedarse.
Como nos pide nuestro fundador San Daniel Comboni, escogemos quedarnos para pertenecer a este pueblo y caminar con él. Es bonito llegar a este pueblo y poder apostar por lo menos 10 años de la vida para que este pueblo tenga vida, y ser una comunidad que da continuidad al trabajo hecho actualizándolo cada vez desde un discernimiento de fe.

Respuesta a los desafíos

Coordinamos una parroquia,  “la Resurrección”, y de acuerdo con el plan pastoral diocesano de Renovación y Evangelización apostamos por los laicos, por su formación, por su liderazgo. El plan pastoral nos pide descentralizar la parroquia, ser una parroquia “en salida”, como nos pide el papa Francisco; por eso, formamos en todos los barrios grupos de familias, con el sueño de orientarlos hacia comunidades eclesiales de base. El trabajo por los barrios nos ha llevado a focalizar cuatro zonas pastorales, en cada una de las cuales estamos buscando caminar con la gente de la mano de líderes comunitarios, para dar una respuesta de fe y social a las problemáticas de la comunidad:

Barrio Viento Libre
Con las líderes de los grupos de familias nació hace tres años una escuelita para trabajar en la “educación en emergencia”, se trata del proyecto “Educar en la Calle Viento Libre” para el acompañamiento a los niños más problemáticos o desprotegidos. Nos regalaron una casa y la acondicionamos con dos aulas para 30 niños y niñas. Crecimos con un segundo piso con biblioteca para el refuerzo escolar, con una escuela de danza y una escuela de fútbol. Nada es “nuestro”, es de la comunidad y de las personas que luchan por la comunidad a través de esta obra: Luzdary, Samira, Marisol, Nubia, Necha, Wilmer, Gambeta, y otros más. El trabajo es voluntario y la base económica es la solidaridad y la providencia.

Barrio Panamá
A la salida de los paramilitares del barrio empezamos a trabajar con las lideresas de la comunidad en una “escuelita de manualidades”, dándoles refuerzo escolar, acompañamiento personalizado,y formación en valores cristianos y comunitarios, a través de la pedagogía de la ternura, de las manualidades, de la danza, de la música, y del arte. Con el P. Fufa trabajan Claudia, Yoya, Yuris, y otras personas más.

Barrio Nuevo Milenio
El Centro Afro Juvenil es un centro de agregación del barrio, de formación, de espiritualidad y de cultura de paz, a través de la danza, la música, la biblioteca, los grupos juveniles, la catequesis, los grupos de familias, la celebración dominical de la Eucaristía, la escuela de fútbol “Afropacífico”. Con el P. Miguel y mi persona trabajan Uli, Nancy, Viviana, Sandra, Solanyi, Martha, Maricruz, Ángel, María,  Juancho, Lilay, Mercedes, Angélica, Lina, James, Edwin, y muchos más.
Barrio El Carmelo
Allí está ubicado el templo parroquial y hemos organizado el  Centro Juvenil San Daniel Comboni, con biblioteca, refuerzo escolar, sala de internet, un grupo de mujeres extraordinarias y las cantoras del grupo Buen Viento, que con sus arrullos cantan las problemáticas de la comunidad y la esperanza  y la fe con las que las enfrentan. Damos atención espiritual a toda la gente que se acerca a la parroquia, con todos los servicios de catequesis, grupos de familias, grupos devocionales, movimientos, etc. Con el Hno. Claudio y mi persona, trabajan Deison, Sandra, Claudia, Silvia, Luisa, Salomón, Nancy, Luzdary,  Wilman, Gladis, y muchos más.

Junto al trabajo parroquial, buscamos acompañar a la diócesis de Tumaco, fortaleciendo las estructuras de coordinación (EDAP, Colegio de Consultores, Vicarías) y algunas áreas pastorales (catequesis, pastoral juvenil y vocacional, misionera y Medios de Comunicación Social).Es nuestro deseo llegar a las periferias humanas existenciales donde “la vida clama”, como dice la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR). Por eso buscamos llegar regularmente a las veredas de la zona rural de nuestra diócesis, visitándolas, llegando a ellos  a través de la radio diocesana “Mira”, o favoreciendo espacios trimestrales de formación para animadores y catequistas.También tenemos la alegría de acompañar a diferentes jóvenes que están estudiando en varias universidades de Colombia, sobre todo en la universidad Minuto de Dios de Bogotá, a través de algunas becas estudiantiles gestionadas entre la Universidad y la Pastoral Juvenil Diocesana.Este tipo de trabajo involucra a mucha gente, niños, jóvenes, adultos, instituciones.  Podríamos decir que todo esto es humanamente exagerado, pero la medida de la misericordia de Dios es la exageración, así que no nos asusta tanto trabajo, porque en cada área, en cada  proyecto, siempre somos pequeñas comunidades de fe y acción. El camino del empoderamiento de laicos dentro de una Iglesia local misionera y profética es nuestra orientación. Necesitamos a más gente que se arriesgue a habitar en las periferias del país, no sólo a pasar por ellas.